Antes de ser minimalista, comprar no era en lo único que pensaba, pero ocupaba una gran parte de mi tiempo. Ropa, accesorios, calzado, gadgets… consumir y comprar  me aportaba felicidad y llenaba mi vida, o al menos eso creía. Trabajaba duro para ganar dinero y por tanto, tenía que disfrutar de él gastándolo.

Muchas veces he comprado cosas que no necesitaba o que no estaba muy convencida de comprar, así que terminé acumulando cantidades enormes de cosas y almacenándolas donde buenamente podía, quedando muchas de ellas olvidadas y por tanto, sin usar.

Afortunadamente, no acumulé ninguna deuda como resultado de este consumismo, pero por mucho dinero que ingresara, terminaba por ahorrar muy poco o nada.

Mi estado de ánimo la mayor parte del tiempo era de ansiedad, causado en parte por los estudios y acrecentado por la necesidad de comprar y comprar.

CÓMO EMPECÉ A SER MINIMALISTA

A raíz de pasar un año viviendo en el extranjero, tuve que hacer 4 mudanzas en unos pocos meses, y poco a poco comencé a ser minimalista. Empecé a darme cuenta de que no necesitaba la mitad de las cosas que tenía, y que mover todas mis posesiones de un sitio a otro sería más fácil si me deshacía de lo que no utilizaba, así que lentamente llegué a ser minimalista sin darme cuenta. Deshacerme de cosas fue difícil al principio, siempre piensas que acabarás por necesitar algo o que te arrepentirás y lo echarás en falta. Puedo decir que desde que empecé a ser minimalista no he necesitado nada de lo que me he deshecho ni me he arrepentido de haber vendido o donado algo.

A raíz de descubrir qué era ser minimalista, me di cuenta de que consumir por consumir es un camino que no me llevaría a ningún sitio y que sólo aumentaría mi necesidad de tener más y más, aumentando la carga y el desorden en mi vida.

Así que limité de forma radical mis gastos y empecé a pensar cómo deshacerme de lo que ya tenía; así que puse a la venta aquello que pensaba que tenía algún valor y doné y tiré aquello que consideré necesario.

Sin embargo, no conseguía sentir que lo que estuviera haciendo fuera realmente efectivo, ya que seguía sin ser completamente feliz y notaba que me faltaba algo. Opté por empezar a reemplazar el vacío que dejaban las posesiones por otros aspectos inmateriales: la salud, las relaciones, los hobbies, el deporte, viajar… gracias a esto mi vida adquirió un sentido; ser minimalista logró lo que hasta ese momento el consumismo no había conseguido.

Si te gustaría leer más sobre mi experiencia puedes hacerlo en «Mi experiencia siendo minimalista»

5 comentarios en “SER MINIMALISTA: MI ELECCIÓN”

  1. Estoy muy interesada en aprender a ser minimalista, he empezado con poco pero me es difícil deshacerme de muchas cosas, más que todo porque tengo una casa grande, con muchos recuerdos. He pensado vender mi casa, no por ser minimalista sino porque estoy pensando en mi vejez y quiero simplificar mi vida y leyendo tu blog me está ayudando muchísimo y ahora si estoy interesada a ser minimalista 😁 gracias, muchas gracias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *